La hospitalidad a la chilena II
El jueves 6 de
noviembre de 2014. Un día significativo. Casualmente, esta fecha es también la
del cumpleaños de mi amigo Paul, quien se fue hace más de diez años y quien,
igual que yo, amaba el mar.
Después del
descubrimiento del Pacífico, la visita de Valparaíso bajo la dirección de Gustavo,
vuelta a Santiago para el punto final del día: Somos invitados a casa de los
Coopman.
Fernando Coopman Moreno
es un Re-Viven asiduo y cuidadoso, muy presente en el foro del grupo. Mantiene
relaciones privilegiadas con la familia Catalan cuyo el patriarca, Don Sergio,
ha contribuido en gran medida al rescate de los Sobrevivientes.
Fernando publica
periódicamente datos, actualiza los estatutos, clasifica y explica los
materiales de archivo o inéditos, es un documentalista milagroso para el
Milagro de los Andes. Nuestros intercambios virtuales están siendo testigos de
una simpatía recíproca. Poder finalmente conocer a este personaje formaba parte
de los motivos de mi viaje a Chile. Pues organizamos el evento teniendo cuenta
mi programa y sus disponibilidades. La oportunidad es limitada, pero la encontraremos:
Fernando nos invita a cenar en su casa.
Considerado, nos
explica cómo llegar a la estación de metro cercana a su domicilio, donde nos
esperará. El día ha sido largo y ocupado, ya que es tarde cuando salimos al
aire libre subiendo las escaleras mecánicas de la estación de metro Republica. Fernando
está. El instante del abrazo borra el cansancio.
Ha venido a buscarnos
en auto con su hijo Raymond (¿hay que escribirlo a la francesa?) de unos veinte
años de edad.
Unos minutos mas tarde,
llegamos a su casa donde nos espera su esposa Valentina. Una visita rápida de
la vivienda confortable, el intercambio de regalos, un punch de bienvenida.
Nuestros huéspedes han preparado todo, una rica cena, buena cocina casera.
La charla es relajada.
El señor y la señora Coopman son anfitriones muy acogedores. Nos preguntan
sobre nuestra vida en Francia, nos explican la suya. Nuestras condiciones de
trabajo (las treinta y cinco horas semanales, las cinco semanas de vacaciones
al año…) los dejan sonar. Para ellos quienes ambos trabajan en el aeropuerto de
Pudahuel, son diez horas mas por semana.
De un tema a otro, la
noche pasa rápido, regada de buen vino chileno. Pero todos estamos cansados y después
de las doce campanadas de medianoche, tenemos que despedirnos. Fernando va a acostarse porque toda la semana
despierta a las cuatro y media. Pero, ultimo gesto, Valentina y Raymond
insistan para llevarnos a nuestro hotel.
Este encuentro
demasiado corto era imprescindible. Santiago de Chile, Valparaíso… los sueños a
veces se hacen realidad.