TRANSPORTES PÚBLICOS
Anónimos en los transportes de quienes es bastante fácil
y divertido adivinar la nacionalidad. La lengua, si se puede identificarla es
el mejor indicio, pero deja unas incertidumbres.
Este español sibilante, poco acentuado, blando por
supuesto es de América Latina, pero si no es argentino quizás es boliviano,
chileno o uruguayo.
El castellano (o español hablado por los nativos de la
madre patria) es más articulado, más enérgico y más clásico.
¡Del francés, ni hablar! Si son compatriotas casi todos
hablan «agudo» y no es forzosamente agradable escucharlos. (¿Los meridionales
como yo viajan menos porque se sienten bien en casa?) A veces un francés un
poco raro revela un Belga o un Suizo. Y hasta en el avión El Calafate-Buenos
Aires mi vecino canadiense (de Quebec) me gratifica de una charla interesante,
pero sin tregua durante más de una hora con todas las entonaciones necesarias.
Brasileños también en Argentina. Bastante numerosos. Estos
no se pueden confundirles con otros. Su plática melodiosa y mojada, bien rítmica
se lleva a Copacabana.
Y además los otros, mal identificados porque mal conocidos:
Ingleses de nativos o de Estadounidenses, inglés-herramienta farfullado,
idiomas de Europa de Norte, toda una interferencia. Viajeros venidos de no se sabe
dónde, y para quienes se pregunta porque han llegado aquí.
Cada traslado podría procurar un escenario para una película
de Claude Lelouch, con sus «flash-back», sus encuentros improbables sus «ojalá»
y sus «pero…»
ENCUENTROS O COHABITACION FORZADA
Estacion de autobuses de Puerto Madryn
En el recorrido de Puerto Madryn a Rio Gallegos (17
horas casi sin pararse) estamos en la planta baja del micro que solo contiene
una decena de asientos. Delante de nosotros, dos jóvenes viajan solos; El
primero es muy moreno y habla un poco español. Intercambiamos unas palabras, es
Israelí. Su vecino es rubio, atlético y anglicista. Aprenderé más tarde que es
Australiano.
¿Reservados, tímidos o poco sociables? No hablan
mucho. Sino unas frases formales para preguntarme unos datos sobre el viaje. Y
aunque están sentados al lado uno de otro y son de la misma edad, tampoco
comunican mucho ambos. Como parecen aburrirse, intentan dormir. Sueños más o
menos largos entrecortados de momentos de juego en la pantalla o de lectura (en
hebreo) para el Israelí. Pero ningún entre los dos está molesto.
Mas incomoda es la presencia de dos Alemanas que
viajan juntas. Esas señoras de cara poco amable emplean el máximo de espacio
posible. Cambian sin cesar de lado para admirar el paisaje o fotografiarlo, o
mirar la película exhibida, o recorrer a paso largo el pasillo para estirarse
las piernas etc.… Una de las dos cuando consiente en ocupar la butaca suya hace
su gimnasia. Sobrealza sus piernas metiéndolas en el respaldo de la butaca de
delante y las mueve en todos sentidos…
Habrá que sufrir su agitación hasta la llegada. Menos
mal que en Rio Gallegos nuestras rutas se separen y sin embargo no las
encontraremos nunca más!
Mas chocante es el encuentro con Cristian el «auxilio»
que la compañía Andesmar emplea para que atienda a los pasajeros. Está encargado
entre otras cosas de servir las comidas.
Este hombre todavía joven se encarga «a la argentina»:
sin darse prisa, sin descontento ni entusiasmo aparentes. Es tranquilo, amable
pero un poco desengañado. Parece a Rafael Ibáñez (un rugbier francés de origen
española.) Como rechazo la copa de
Sprite que propone de oficio, me pregunta si me gusta más el vino, va a
buscarme una botella, me sirve dos veces con un chiste. Nos ponemos a platicar.
Después de un momento me pregunta de dónde soy. Me confía que sueña con venir al
sur de Francia para jugar al rugby y ser contratado por un equipo como
profesional, por ejemplo en Toulouse! Pues entiendo que Cristian sueña una vida
mejor, que su empleo no le conviene y que se ahoga un poco en los pasillos
estrechos de los micros Andesmar haciendo circular las bandejas. Luego le
incito para que venga darse cuenta sobre el terreno: «Ahorra para hacer el viaje!»
Es su intención. Planea realizarla dentro de dos años. Intercambiamos nuestros
correos electrónicos. Uno nunca sabe…
También habrá la acogida cordial de Marcelo en Puerto
Madryn, la de Javier en El Calafate muy atrayente, las explicaciones
pormenorizadas de Noemi con quien visitamos la Península Valdés, la sonrisa tímida
de la empleada en el albergue Lago Argentino, y los demás…
Encuentros de unos minutos, unas horas, unas frases o
unas sonrisas…
Noemi, Javier, Marcelo, Cristian... sois los
habitantes de mi Patagonia.