martes, 29 de noviembre de 2022

DE LO VIRTUAL A LO REAL EN TREINTA Y SIETE AÑOS

 

De lo virtual a lo real en treinta y siete años
(Enero de 1973 - Junio de 2010)

 

18 años : despreocupado


Enero de 1973:
Tengo dieciocho años y unos meses. No me preocupo demasiado por mi futuro, que parece trazado: acabo de ingresar en la Escuela de Maestros de Mérignac, que no me pide grandes esfuerzos, sino que me concede una beca para estudiar allí.

Despreocupado y bastante superficial, pienso más que nada en disfrutar de mi nueva libertad: salir y divertirme. Después de una adolescencia aburrida y solitaria, empiezo a sentir ganas de ir más lejos, porque casi nunca he salido del suroeste de Francia. Pero por ahora mis viajes son virtuales. Escucho L'Amérique, de Joe Dassin en el tocadiscos, más que nada para aprender a bailar el rock y divertirme en las fiestas.

Del mundo sólo conozco los nombres de los océanos, los contornos de los continentes y las fronteras de los países en los Atlas, que hojeo todo el tiempo y con los que sueño durante tantas horas. ¿Destinos improbables y que me tientan a esa edad? África del Norte y el Sahara, por ejemplo. O Australia... pero especialmente Sudamérica.

Mi atención en ese tiempo está puesta en esta tierra que termina en forma de punta, cerca del Polo Sur. Me atraen su lejanía y la idea de que allí está el fin del mundo. También me atraen los relatos de mi abuelo que, durante el servicio militar se subió a un barco de vela y vapor. Él siempre me contaba de su paso por el Cabo de Hornos y de su llegada a Valparaíso, en Chile.

Me gustan los Atlas. También me atraen los libros de historia y los relatos de viajes. Un día encontré en la biblioteca de la escuela un libro titulado La edad de los descubrimientos. Lo supe desde el primer momento: no iba a devolverlo, porque esa obra alimentaba mis sueños de escapar de Francia. Y así es como Cristóbal Colón terminó convirtiéndose en uno de mis héroes favoritos.

En enero de 1973, hojeando un ejemplar de la famosa revista francesa Paris Match, descubro el relato de los "Náufragos de los Andes". Había oído en la radio hablar sobre esta historia, pero el título del artículo llama mi atención y no puedo evitar de hacer analogías. Náufragos: mar, barco... ¡abuelo! Los Andes: Sudamérica... ¡abuelo! De pronto me veo leyendo absolutamente impresionado. Me pregunto: los Sobrevivientes tienen más o menos mi edad, ¿cómo me habría comportado si me hubiese enfrentado a esa situación? Es una pregunta que jamás tuvo respuestas.

Años 80: De paso por la casa de mis suegros para almorzar, un domingo descubro un libro sobre la mesa. La foto de portada mostraba el fuselaje de un avión encallado en la nieve, delante del cual aparecían sentados varios jóvenes. En rojo, sobre un fondo claro, leo el título: Los Sobrevivientes. Observo con curiosidad el ejemplar y en ese momento mi suegra me dirige la palabra:

—¿Sabes? Es la historia de unos rugbiers uruguayos que cayeron en la montaña y sobrevivieron. Ya leí el libro. Puedes llevártelo.

Sí, me recuerda a algo —le respondo—. Voy a leerlo. Gracias.

 

Esa misma noche comencé su lectura. Me costó cerrarlo antes de que me gane el sueño, porque pude meterme en una historia que me resultaba inverosímil.

Cuando terminé de leerlo, dos o tres días después, ya había memorizado la cronología de los hechos. Además, ya conocía los nombres de los protagonistas. Ya no los iba a olvidar.

Años 90: He releído el libro varias veces. Memorizo más detalles y me apodero de la historia cada vez que vuelvo a leerlo. Y lo más importante: en cada lectura encuentro algo que vuelve a ser motivo de reflexión y optimismo. No obstante, no quiero saber nada más. No me imagino que esta historia pueda continuar con sus "héroes involuntarios", no me pregunto en lo que se han convertido. Es como si todo estuviera congelado en el pasado.

Un domingo por la noche la televisión francesa propone Los Supervivientes. ¿Será una película basada en el libro que tanto me había impactado? La casa está tranquila, y entonces me acomodo frente a la tele. Efectivamente, solo tardo unos minutos en darme cuenta de que se trata de una adaptación estadounidense bastante fiel del libro Alive, de Piers Paul Read. Reconozco en imágenes una historia que ya conocía muy bien y me sumerjo en la pantalla.

Década del 2000: Todo se acelera gracias a Internet. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? En 2006, después de la enésima lectura de Los Sobrevivientes, surge la idea de buscar información en Google. Así logro dar con una página web oficial dedicada a la historia: viven.com.uy De hecho, descubro en Internet otras páginas sobre el tema, pero la más completa, la mejor construida y documentada es la oficial, que está hecha con mucha información generada por un joven argentino llamado Alexis Scarantino.

Incluso, descubro a través esa web que podíamos enviarle un mensaje a los Sobrevivientes. ¡Nunca imaginé que eso podía ser posible! Decido entonces escribirle a Roberto Canessa, uno de los protagonistas, que siempre me había impresionado por su valentía y sus capacidades de supervivencia en la montaña.

"Querido Roberto: me llamo Armand y soy francés. Acabo de visitar la página web viven.com.uy. Te escribo porque he leído tu nombre tantas veces en la prensa, en el libro de Piers Paul Read (que, por cierto, lo he leído varias veces), y ahora también en la web, que me parece que te conozco desde hace mucho tiempo. Tenía 18 años en 1972. Me permito tutearte porque somos de la misma generación. En ese momento la vida me parecía fácil y yo era una persona despreocupada. Pero he aprendido, como dices, que "cada uno tiene su propia cordillera". Cuando tengo una inquietud o un malestar, pienso en ti y en tus compañeros. Lo que les ha pasado en los Andes y lo que habéis hecho ha sido una lección para toda mi vida. Vuestra historia me da coraje. Gracias a ustedes creo que con amor, fe y voluntad se puede resolver cualquier problema. Lamento estar tan lejos, pero te mando un saludo amistoso desde Francia. ¿Quizás algún día nos encontremos en algún lugar? Con admiración y respeto, Armand".

Roberto me responde rápidamente, en francés: "Cher Armand, merci beaucoup pour ton mail, mon français non e bon mais comme it un bon ami: je parle un français enthousiaste" (Querido Armand, muchas gracias por su correo, mi francés no es bueno, pero sólo como dice un buen amigo: hablo un francés entusiasta. Luego continúa en español: "Este amigo uruguayo vive en París y está preparando un documental sobre el accidente de los Andes. Nací el 17 de enero de 1953. Es cierto que somos de la misma época. ¿Tienes alguna conexión con el mundo del rugby? Te saludo, Roberto Canessa".

Suelo visitar muy seguido el sitio www.viven.com.uy. En 2007 vi allí una gran noticia: el documental de Gonzalo Arijón estaba listo. Su título en inglés era Stranded y en español Vengo de un avión que cayó en las montañas. Tuve suerte: un año después, en 2008, la cadena Arte lo difunde en Francia. Lo miro y lo grabo en mi videograbadora. Descubro que el documental es una mezcla de imágenes de archivo y entrevistas exclusivas, con muchos testimonios de los Sobrevivientes.

Ese mismo año, en el sitio que visito de vez en cuando, aparece un nuevo enlace: "Ir al blog de Pedro Algorta". Pedro es otro de los dieciséis Sobrevivientes de los Andes. No sé por qué, pero por él siento más empatía que por el resto de sus compañeros. Tal vez sea porque me identifico con la actitud que tuvo en la montaña: yo también suelo participar en determinadas situaciones, pero siempre mantengo una distancia.

En ese tiempo, Pedro presentaba su blog en Internet de la siguiente manera: "Tuve un accidente de avión en los Andes hace 36 años. Recién ahora empiezo a hablar sobre el tema. Arranqué a caminar. Y estos son mis pensamientos, mientras camino". En efecto, en el espacio Pedro comentaba su actualidad, conectándola con el pasado. Como sus seguidores podían escribirle y comentar, me atrevo a hacerlo. En realidad, busqué una excusa para ponerme en contacto con él. Y le escribo lo mismo que a Roberto, porque mis pensamientos fueron siempre los mismos:

"Buenos días, Pedro. Me llamo Armand y soy francés [...] Hace unos días vi el documental Stranded en la televisión francesa. Cada línea y cada imagen me conmovieron. Pienso en ti y en tus compañeros cuando tengo un problema. Vuestra historia me da coraje y me ayuda a resolverlos. Por lo que he leído en varios sitios, eso mismo le ocurre a muchas personas en todo el mundo. Elegí escribirte porque me gusta el estilo de tu blog. Lo noto sincero y reflexivo. Lamento mucho estar tan lejos, porque me gustaría asistir a una conferencia tuya. Si alguna vez tengo esa oportunidad, sin lugar a dudas ese día será muy importante para mí. A partir de hoy seguiré leyendo tu blog y te agradezco la ayuda moral que nos brindas. Sinceramente, Armand".

 

Para mi sorpresa, Pedro me responde por correo electrónico, dándome las gracias por haberle escrito y diciéndome que ha incluido mi comentario en su blog. ¡No lo puedo creer!

En el sitio www.viven.com.uy encontré otros enlaces, incluyendo un foro de discusión en MSN, animado por Alexis Scarantino. Sus miembros formaban parte de un grupo llamado "Re-Viven!". Todo estaba escrito en español, pero afortunadamente eso no fue un obstáculo. Leo y leo. Entiendo un poco lo que está pasando. Entre los participantes hacen preguntas, intercambian informaciones y fotografías. También se comenta la actualidad de los Sobrevivientes... ¡Sus vidas continúan, me doy cuenta! En ese foro también la gente se interesa por lo que ellos hacen y por lo que se convirtieron con el correr de los años. ¡No soy el único interesado en el tema, y por más que viva lejos de allí!

Un día decido entrar al foro y me presento. Entre los miembros más activos hay un tal Hugo Igenes y un Ariel Osvaldo Torres, ambos argentinos, que noto están bastante informados (en realidad, Hugo es de nacionalidad uruguaya, pero como vive en Buenos Aires pienso que es argentino). Les escribo y ambos me responden. Siento de entrada onda muy especial con estos dos integrantes.

Nuestros intercambios toman rápidamente un giro personal. En lugar de usar el foro, a veces nos comunicábamos por correo electrónico. Eso permitió que podamos conocemos mejor.

Junio 2010: Ariel Torres me informa que va a venir a Europa de vacaciones. Viene a visitar a un amigo uruguayo que vive en Barcelona. También va a asistir a un concierto del grupo Kiss en Vitoria-Gasteiz, en el País Vasco. Ariel es un gran fanático de Kiss y el hard rock, pero también le encanta el turismo. Antes de su viaje me comenta que quiere aprovechar la ocasión para visitar Bilbao, y así surge la posibilidad de vernos.

Me gusta la idea. Es una ocasión única: Bilbao no está tan lejos de mi ciudad, conozco bien el País Vasco, las fechas son compatibles... No tardamos demasiado acordar que nos reuniríamos en Bilbao el fin de semana del 26 y 27 de junio.

El sábado 26 parto en auto desde mi ciudad hacia el País Vasco. Fue un día después de la fiesta de fin de curso de mi escuela. La noche anterior me había acostado tarde, pero esa mañana me sentía dinámico. Por la tarde llego al hotel donde Ariel se aloja. Estoy impaciente. No estoy preocupado, pero... ¿cómo decirlo? Me siento un poco como en una primera cita de enamorados. Le pregunto al recepcionista por mi amigo y me informa que "el señor Torres ha salido a hacer una compra y no tardará". Decido esperarlo en el vestíbulo. No por mucho tiempo, porque apenas unos minutos después aparece una silueta atravesando el umbral de la puerta. Definitivamente es él. Nos abrazamos a la argentina: con un fuerte apretón. Y los nervios desaparecieron enseguida. Ariel se muestra amable y atento; pide disculpas por haber salido a comprar pilas para su cámara fotográfica. Me pregunta si tuve un buen viaje, si estoy cansado, o si prefiero descansar o ducharme. Pregunta también si quiero comer o beber algo… ¡Pero no! No hay tiempo que perder. Tenemos mucho para hablar. Salimos a charlar mientras caminábamos por la ciudad. Ariel había asistido al concierto de Kiss la noche anterior, pero estaba muy animado por conocer Bilbao. Lo guío de un lugar a otro. Vamos al Museo Guggenheim, al funicular, cruzamos puentes, recorremos calles y plazas. Mi amigo no deja de repetir: "Me encanta Bilbao". Por la noche vamos a un restaurante en Getxo a cenar y beber sidra. Y como dos viejos amigos que no se han visto desde hace mucho tiempo, hablamos de todo: de los Sobrevivientes y de Re-viven, pero especialmente hablamos sobre nosotros y de lo que nos gusta. Todo se encadena a la perfección hasta el domingo, cuando subimos bien temprano a mi auto y recorrimos Getxo, Gernica, algunos paisajes de la Costa Cantábrica y la bonita ciudad de San Sebastián.

Ese domingo 27 de junio para mí era tiempo de volver a casa, porque debía trabajar en la mañana siguiente. Para Ariel era un día especial: quería llegar a tiempo a Bilbao para ver un partido de su Selección de fútbol, que estaba disputando el Mundial de Sudáfrica 2010. Ariel tiene muchas pasiones, pero hay dos que no compartimos: el rock y el fútbol. ¡Sin embargo nos llevamos muy bien! Para mí, que a veces soy presa de la duda, aquí tengo un ejemplo que refuerza una teoría: con mis amigos, lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa.

La separación en la terminal de autobuses de San Sebastián es simple y rápida. Escondo mi emoción, aunque todavía estoy en un estado de euforia. De camino a casa, mientras conduzco por la carretera que me devuelve a Francia, recuerdo nuestras conversaciones y sonrío. ¡Tengo un amigo argentino! ¡Hice una conexión con la historia de los Sobrevivientes de los Andes! Sostengo la punta de un hilo que, a partir de ahora, comenzaré a desenrollar. Pasé de lo virtual a lo real. Sí. Tomó su tiempo, pero no fue más complicado que eso.

Ariel y yo en las alturas de Bilbao


 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 23 de noviembre de 2022

14 DE JULIO DE 2015

 

14 de Julio de 2015

 
Place de la Libération à Auch, Gers, France

Tengo una cita con Pedro en la plaza de la Liberación en Auch, donde se celebra la ceremonia del Día Nacional. Hace buen tiempo y calor, las banderas tricolores flotan en el cielo del Gers (El Gers es la pequeña región del sur de Francia donde vivía cuando era joven y donde Pedro, de visita a sus hijos en España, pasa unos días de vacaciones) . A pesar de la aparente multitud (relativa, Auch no es inmensa), nos encontramos fácilmente.

Después del desfile, almorzaremos juntos, acompañados de nuestras esposas. Nos instalamos en la terraza de un restaurante donde reservé una mesa. El lugar es tranquilo y agradable, propicio para una conversación relajada.

Pedro está sentado frente a mí. Tranquilo y decidido, como siempre lo es, saca una bolsa de plástico de su mochila y me la entrega: "Tengo algo para ti." Abro, intrigado. Es un viejo número de la revista Paris Match con Marie-José Nat en la portada.

Primero miro la fecha: enero de 1973. Luego leo los títulos, mientras Pedro me explica que lo encontró hace unos días en un mercadillo. Se divierte con la cara que hago a medida que entiendo: Uno de los subtítulos es: "Relatos y fotos de los náufragos de los Andes. 72 días en su avión destruido." Mis manos tiemblan un poco, hojeo la revista, busco el artículo: ocho páginas completas. Miro a Pedro, me sonríe. Tartamudeo agradecimientos, y él me realiza una dedicatoria.

Mientras escribe: "Para Armand y Christine, en agradecimiento por tanto afecto. Pedro y Noëlle.” me cuesta creerlo.

Flashback: enero de 1973... Fue entonces cuando comenzó la historia para mí. Eso fue hace 42 años.

Se lo voy a explicar.

Pedro me firma su dedicatoria

sábado, 19 de noviembre de 2022

NUNCA DOS SIN TRES



NUNCA DOS SIN TRES

Noviembre de 2017: Tercer viaje a América Latina, principal destino: Argentina.

 


El año ha sido penoso, marcado por penurias: la repentina muerte de mi suegro en febrero, y luego de mi padre a principios de agosto, como consecuencia de la enfermedad de Alzheimer. Al mismo tiempo, para mí, después de una tediosa serie de exámenes: diagnóstico de cáncer de próstata. El médico me dice que hay que actuar rápidamente, antes de que la enfermedad evolucione. Me cuesta trabajo darme cuenta, pero lo acepto.  Después de la operación el 20 de agosto, estoy triste y cansado pero la parte más difícil parece haber pasado y vuelven las ganas de hacer planes.

Como siempre en los momentos difíciles, la historia del "Milagro de los Andes" me acompaña, me ayuda a relativizar y a posicionarme. Después de una primera estadía en América Latina en 2011, seguida de una segunda en 2014, tengo muchas ganas de volver, tres años más después.

Pero no sé. No me siento muy fuerte todavía, la recuperación no va mal, pero es larga. Así que, por una vez, es mi mujer la que me decide. "¡Pero sí! Vamos a ir, te hará bien. Tú eres capaz..."

Y luego (como siempre me pregunto: ¿casualidad o destino? mi sobrino Benoît acaba de instalarse en Buenos Aires con su compañera Myriam y su bebé Clément. Ocupa un puesto de agregado universitario en el Instituto Francés y está dispuesto a hospedarnos.

También hay lugares donde me gustaría volver, otros que me gustaría descubrir, y especialmente mis amigos del fin del mundo que me esperan. Los que ya he conocido, aquellos con los que mantengo relaciones más o menos regulares pero siempre afectuosas: Pedro, Ariel, Hugo y Mirian, Natalia, Diego y Anahi... y los demás.

Estas razones son más que suficientes. Entonces el viaje se organiza: Tendrá lugar del 22 de noviembre al 11 de diciembre.

 

 


miércoles, 16 de noviembre de 2022

PROLOGO

 

Prólogo


Cuando vives en un pequeño fin del mundo, ¿qué puede hacerte querer ir a descubrir otro ?

Mi nombre es Armand, soy Francés y vivo en el Médoc, una peninsula triangular bordeada por el estuario de la Gironde por un lado y por el Océano Atlántico por el otro. El vértice norte termina en una punta de flecha (La Pointe de Grave) entre estos dos cuerpos de agua y la convierte en fin del mundo, ya que sólo puedes alejarte en barco o volviendo sobre tus pasos.
Pero nuestra Tierra esférica tiene miles do otros fines del mundo... ¿ Por qué quise acercarme al más mítico de estos ?

Seguro que han oído hablar de los "Supervivientes de los Andes" : estos jóvenes que sobrevivieron al accidente de su avión en plena cordillera, permanecieron aislados allí por más de dos meses,y tuvieron que alimentarse de los cuerpos de personas fallecidas durante o después del accidente, antes de ser rescatados.

Esta historia forma parte de mi vida desde hace más de cuarenta anos y me ha llevado a lo que llamo "Mi otro fin del mundo", ya que vivo en uno de ellos.

Intentaré explicar cómo recibi el mensaje que esta tierra transmite, para compartir los encuentros y descubrimientos que hice gracias a ella, que pinté a mi manera, es decir, redactando retratos y paisajes, complementados con algunas fotos reales.


























UNOS DIAS EN URUGUAY

  Unos días en Uruguay   Ir a Uruguay es un poco como volver al pasado. En este pequeño país cuya decoración a menudo anticuada evoca ma...