lunes, 2 de octubre de 2023

UNOS DIAS EN URUGUAY

 


Unos días en Uruguay

 

Ir a Uruguay es un poco como volver al pasado. En este pequeño país cuya decoración a menudo anticuada evoca mas bien el siglo veinte, el tiempo que pasa parece extenderse más lentamente que en otros lugares.

Es lo que puedo sentir desembarcando en Colonia en diciembre de 2017 para responder a la vez a la propuesta de Hugo y a la invitación de Natalia. Dejándome llevar por mis amigos que lo han planeado todo, dejo las horas pasar, disfrutando de los momentos de descubrimientos y de emociones que se suceden.

Primero es la conferencia dada por Coche Inciarte, uno de los Sobrevivientes, con ocasión de la publicación de su libro “Memorias de los Andes.” El documental, los comentarios del autor me captivan. Después de las dedicatorias, hablo un poco con Coche, luego con su esposa Soledad. Me sorprende constatar, cada vez que encuentro a Latinoamericanos, como aprecian que un Francés se interesa por ellos. Cuando les pregunto por qué, me contestan cosas como: “¡Pero, Francia! El país de la libertad, de la Revolución, de los Derechos Humanos, de Victor Hugo, etc.…” Todas nuestras glorias nacionales pasan allí. Por mucho que les diga que solo soy un Francés anónimo, y que soy yo quien les agradece por su acogida cálida y el interés que me prestan, su actitud demuestra que se sienten honrados de mi visita. Es halagador, y seria embarazoso si no se estableciera esta corriente de simpatía que llaman sintonía.

despues de la conferencia de Coche

Luego es el reencuentro con Natalia que nos espera en Montevideo. Cuando bajamos del autobús que nos ha llevado a través de un campo suavemente ondulado, cultivado, pero poco poblado, está acá, acompañada por sus padres.

De inmediato entiendo que están felices de acogernos, y quieren hacer todo para que seamos satisfechos Rosanna, la mama, es amable pero discreta. Su marido Luis sobrepasa su timidez para ponerse a nuestra disposición. Nos embarca en su Volkswagen para una vuelta a la ciudad. Comenta, para en los lugares de interés para que podamos fotografiar.

El paseo marítimo de Montevideo hace pensar en la “Promenade des Anglais” de Nice. Una larga playa en semicírculo repleta de edificios modernos y bastante lujosos, llevando nombres evocadores: “La Croisette, Saint-Laurent…” Siempre el prestigio francés. Entonces vamos al casco urbano para almorzar en el Mercado Agrícola, antiguamente mercado municipal convertido en tiendas y lugares para comer. Nos reunimos con una joven pareja al que Natalia le dio cita. Gerardo es un Re-Viven apasionado por la montaña, que ya hizo cuatro veces la Cabalgata al lugar del accidente, y también el ascenso de una de las mas altas cumbres de los Andes. Su pareja Lorena no comparte esta pasión, pero habla con humor y vivacidad.

Mientras se traga un gramajo enorme, Gerardo nos enseña que por la noche va a tener lugar la última actuación de una obra teatral adaptada del relato autobiográfico de Nando Parrado y cuyo titulo es: “Sobrevivir en los Andes.” ¿Cómo perdernos una oportunidad como esta?  A fines de la tarde, nos encontramos delante del teatro del Centro con un grupo de jóvenes reunidos por Mariana, otra Re-Viven muy activa.

En la sala inmersa en la penumbra, la tribuna rodea el escenario mas abajo. La decoración es austera pero evocadora: Una montaña de diarios arrugados y pegados evoca bien un banco de nieve sucia y congelada, unas valijas abiertas están esparcidas alrededor de los restos del fuselaje. Los diálogos son contundentes, bien dirigidos por los actores talentosos.

En el teatro

Al final de la obra, Mariana me presenta el elenco y sacamos una sesión de fotos. Entonces vamos a cenar todos juntos en un restaurante cercano, después de lo cual Mariana nos lleva a nuestro hotel con su auto. Me habla, peros le contesto distraídamente. Estoy perdido en mis pensamientos. 

con el elenco y los Re Viven Uruguayos


El día siguiente, Natalia y Mariana se turnan para proponernos otros descubrimientos sobre el tema: El museo “Andes 1972” fundado por Jorg Thomsen (¿Uruguayo-Noruego?), el colegio Stella Maris donde estudió la mayor parte de los rugbiers del equipo de los Old Christians, y la biblioteca “Nuestros hijos” fundada por las madres de los que no volvieron. Dejo un testimonio en el libro de oro, momento oportuno para reflexionar después de tanta intensidad.

firmando el libro de oro en la biblioteca Nuestros Hijos

El día termina en la casa de los padres de Natalia, que nos invitaron a compartir un asadito para… ¡agradecernos por recibir nuestra visita! 

Alrededor de la mesa flota el apetitoso olor de la carne preparada por Luis, y también algo intangible y ligero.


jueves, 21 de septiembre de 2023

LA HOSPITALIDAD A LA CHILENA segunda parte

 

La hospitalidad a la chilena II

 

El jueves 6 de noviembre de 2014. Un día significativo. Casualmente, esta fecha es también la del cumpleaños de mi amigo Paul, quien se fue hace más de diez años y quien, igual que yo, amaba el mar.

Después del descubrimiento del Pacífico, la visita de Valparaíso bajo la dirección de Gustavo, vuelta a Santiago para el punto final del día: Somos invitados a casa de los Coopman.

Fernando Coopman Moreno es un Re-Viven asiduo y cuidadoso, muy presente en el foro del grupo. Mantiene relaciones privilegiadas con la familia Catalan cuyo el patriarca, Don Sergio, ha contribuido en gran medida al rescate de los Sobrevivientes.

Fernando publica periódicamente datos, actualiza los estatutos, clasifica y explica los materiales de archivo o inéditos, es un documentalista milagroso para el Milagro de los Andes. Nuestros intercambios virtuales están siendo testigos de una simpatía recíproca. Poder finalmente conocer a este personaje formaba parte de los motivos de mi viaje a Chile. Pues organizamos el evento teniendo cuenta mi programa y sus disponibilidades. La oportunidad es limitada, pero la encontraremos: Fernando nos invita a cenar en su casa.

Considerado, nos explica cómo llegar a la estación de metro cercana a su domicilio, donde nos esperará. El día ha sido largo y ocupado, ya que es tarde cuando salimos al aire libre subiendo las escaleras mecánicas de la estación de metro Republica. Fernando está. El instante del abrazo borra el cansancio.

Ha venido a buscarnos en auto con su hijo Raymond (¿hay que escribirlo a la francesa?) de unos veinte años de edad.

Unos minutos mas tarde, llegamos a su casa donde nos espera su esposa Valentina. Una visita rápida de la vivienda confortable, el intercambio de regalos, un punch de bienvenida. Nuestros huéspedes han preparado todo, una rica cena, buena cocina casera.

La charla es relajada. El señor y la señora Coopman son anfitriones muy acogedores. Nos preguntan sobre nuestra vida en Francia, nos explican la suya. Nuestras condiciones de trabajo (las treinta y cinco horas semanales, las cinco semanas de vacaciones al año…) los dejan sonar. Para ellos quienes ambos trabajan en el aeropuerto de Pudahuel, son diez horas mas por semana.

De un tema a otro, la noche pasa rápido, regada de buen vino chileno. Pero todos estamos cansados y después de las doce campanadas de medianoche, tenemos que despedirnos.  Fernando va a acostarse porque toda la semana despierta a las cuatro y media. Pero, ultimo gesto, Valentina y Raymond insistan para llevarnos a nuestro hotel.

Este encuentro demasiado corto era imprescindible. Santiago de Chile, Valparaíso… los sueños a veces se hacen realidad.

lunes, 15 de mayo de 2023

IREMOS A VALPARAISO

Iremos a Valparaiso 

Un rincon del Pacifico desde las alturas de Valparaiso



 En Viña del mar descubro -por fin- el Pacífico. Primero a la vuelta de una curva, una medialuna de agua entre cielo y tierra. Impresión fugaz. Hoy lleva bien su nombre: una bahía azul oscuro bajo un cielo claro, un poco de espuma blanca, rocas negras, y pelicanos. El paisaje mas vasto que devoro con los ojos solo es una ínfima parte del océano mas grande del planeta, desproporcionado con la inmensidad sugerida por los planisferios y los globos terráqueos. Solo la línea perfecta del horizonte indica que los barcos tranquilamente amarrados o en maniobra pueden venir de muy lejos o partir para una larga travesía, hacia el oeste, el norte o el sur. Viña del mar, Valparaíso: gemelas. La primera, mas joven, es balnearia, turística. El paseo marítimo es rodeado en un lado de hoteles, restaurantes, edificios modernos, y en el otro de playas delgadas donde alternan arena y rocas. Palmeras. Un aire de “Côte d’Azur” francesa y de California mezcladas. Luego aparece Valparaíso, mítico en su anfiteatro donde las construcciones se amontonan desordenadas. Cubos de madera y lata, conectados por escaleras, calles derechas y en cuesta como en San Francisco, o muy sinuosas. Los famosos ascensores, en realidad pequeños funiculares, y por supuesto cables eléctricos en todas direcciones. Todo eso manchado de una vigorosa vegetación. Vista de abajo, la ciudad parece un cuadro ingenuo. Todo se atropella, se enreda, se superpone: un rompecabezas en construcción. Colores, formas, colecciones de piezas sin conectar. Vista de arriba, las casas caen hacia el puerto donde la vista se va ampliando. Tres grúas inmensas para maniobrar los apilamientos de contenedores, una noria de camiones de remolque listos para cargarlos. Mas lejos, un muelle donde se amarran tres oscuros buques de la Armada, vigilados por el elegante museo naval. Desde una terraza en un alto lugar, las proporciones cambian. El puerto parece una maqueta, los camiones y los barcos son como juguetes. Los colores vivos se realzan mutualmente: los verdes, los rojos, los amarillos. Y la gama de los azules. Nuestro guía Gustavo nos hizo tomar un funicular, solo por diversión: ida y vuelta. Se siente orgulloso de contar a la señora encargada de la taquilla y del funcionamiento que muestra la ciudad a sus amigos franceses. Amable e interesada, como la mayoría de la gente que encontramos, nos expresa su admiración por Francia y Paris y, algo inquieta, nos pregunta cuales son nuestras impresiones de turistas. La tranquilizamos explicándola nuestro entusiasmo. Sorprendida y contenta, resume admirablemente la ciudad con esas tres palabras: “Es feo, pero…”

jueves, 6 de abril de 2023

A CHILE

 

Cruzar la frontera argentino-chilena

Cruce fronterizo Argentino-Chileno en el corazon de los Andes


 

Salir de Mendoza. Tomar un autobús Andesmar, disfrutar de sus comodidades: asiento anchos y suaves, vista panorámica, azafato.

A poco de la salida de la ciudad, acercarse a las montañas. Reconocer el Aconcagua cubierto de nieve. Subir hasta el puerto donde se encuentra el puesto fronterizo.

Realizar los trámites esperando en la fila a las taquillas de la policía, de la aduana. Volver al autobús y empezar el descenso por una carretera muy sinuosa y vertiginosa. Seguir la orilla del torrente de aguas fangosas, luego llegar al valle alargado donde el paisaje se vuelve menos mineral.

Entrar paulatinamente en la capital cruzando los paisajes clásicos de todas las grandes metrópolis: autopista congestionada, zonas industriales o comerciales. Llegar a la terminal de autobuses recalentada, ruidosa, abarrotada.

Encontrar un taxi, tránsito una y otra vez.  Irse a un hotel, deshacer las valijas, informarse: cumplir los mismos ritos en cada etapa. Luego partir a descubrir el barrio: Cruzar la Alameda, la calle más grande de la capital, a las dimensiones… americanas. Saludar, de paso, la estatua ecuestre del libertador nacional, Bernardo O’Higgins.

La muchedumbre, el tráfico, un puente sobre el rio Mapocho que corriendo atraviesa la ciudad, recordando que los Andes cuyas cumbres se perciben están cercanas.

La noche desciende sobre Santiago, se encienden las luces.



La hospitalidad a la chilena I

 

Gustavo vive cerca de Valparaíso. Gracias a la página Facebook del grupo Re-Viven del que forma parte como yo, se enteró de mi proyecto de visitar su ciudad. Pues se pone en contacto conmigo para proponerme ser nuestra guía.

Hoy jubilado de la FACH (Fuerza Aérea Chilena), fue en 1973, a los veinticuatro años, copiloto del helicóptero que fue al lugar del accidente para recuperar el grupo de personas encargado de limpiar el sitio y enterrar los restos humanos. Más de cuarenta años han pasado pero los recuerdos que Gustavo evoca con moderación y emoción son precisos y vivaces.

Primero nos encontramos en nuestro hotel. Gustavo es alegre, atento, y proporciona datos precisos para que nos reunamos por la mañana siguiente en Quilpué, donde vive.

Efectivamente, a la hora fijada, nos espera en la parada de autobuses y nos lleva en su auto. Se nota inmediatamente que lo organizó todo y que va a hacer todo lo posible para que pasemos un gran día.

Primera etapa en su casa donde nos espera un desayuno:café, té, mermelada casera, ensalada de fruta fresca… Luego nos enseña su casa. Hoy, está solo. Su esposa María Luz cuida a sus nietos en Santiago. La vivienda parece de los años setenta: techo plano, marcos metálicos. Es acogedora, llena de recuerdos de todos tipos, de fotos familiares. Cada objeto – o casi- da lugar a una anécdota, una explicación que escuchamos complacientemente. Testigos de una vida que se cuenta así, ni extraordinaria ni común, con sus imprevistos, sus obstáculos y sus gratificaciones.

Luego las etapas se encadenan: el paseo marítimo, la casa de Pablo Neruda en las alturas de la ciudad, los miradores sobre la bahía, los ascensores, el almuerzo tardío, abundante, amigable, muy rico.

Con Gustavo frente a la casa de Pablo Neruda

 

Brindamos por el encuentro, por la amistad… con un Pisco sour, el aperitivo nacional. Después, un paseo para digerir. La playa, los pies en la arena y en el agua fresca del Pacifico.

Ultima atención: Gustavo nos regala un helado, diciendo: “Siempre hay lugar para el postre.” Y a fines de la tarde nos despedimos en la terminal de autobuses de donde volvemos a Santiago porque el día no ha terminado. Un segundo episodio de la hospitalidad a la chilena nos espera.


jueves, 9 de marzo de 2023

A LOS ANDES

 Realizar excursiones


Rolland es francés y vive en Salta donde pasea a turistas en su 4X4. Lo elegimos como guía, solo para nosotros por dos días. Nos preparó un “tour” en las provincias de Salta y Jujuy, en los confines de Bolivia. Palabras como selva, puna, quebrada, salar… se harán tangibles.


En el camino: paradas, visitas… Descubrimos, nos extasiamos. Los paisajes son grandiosos, con bellas panorámicas, detalles interesantes.


Hay que saber observar, formular hipótesis, movilizar sus conocimientos para interpretar: un enfoque aprendido y enseñado en la escuela pero aquí adoptado deliberadamente : detenerse en lo nuevo, en lo que sorprende o divierte, sin priorizar el interés de las esferas de conocimiento, pasar de la botánica a la economía, luego a la geología…

¡No viajar tonto!


Salta… ¿la linda?

 

Salta, el calificativo que te dimos ya no es actualidad.

Prima hermana provincial de Buenos Aires, pareces una mujer que se deja llevar, como en la canción de Charles Aznavour.

Queremos decirte nuestra decepción, nuestro desamor.

Despeinada (tus cables eléctricos por todas partes), mal maquillada (tus fachadas desmoronadas), descalza (tus calles y veredas desniveladas), la cara triste (tus Indios pobres que son la resignación personificada), descuidada (tu basura sin recoger), ¿en que te has convertido?

Pero sin embargo tienes hermosos vestigios. Mantienes en buen estado tu catedral y tus iglesias coloridas. Tu plaza mayor es alegre y animada, ella es tu bella sonrisa.

Y sobre todo, has vivido: Puedes contar historias de cuando eras linda con tus museos peculiares : tu Cabildo colonial y tus momias conmovedoras.

Salta, ya no eres “la linda”, pero resulta evidente que lo fuiste. No te dejaremos sin arrepentimientos.


Salta... con o sin colores




 


El NOA

 

Las provincias de Salta y Jujuy forman parte del NOA: noroeste argentino. Un mundillo en este país inmenso donde la leche blanca de Europa se mezcla poco con el chocolate de América precolombina.

Acá, al contrario del resto del país, los habitantes bajaron mas de las montañas que de los barcos. Son de tamaño promedio o pequeño, la piel como de latón, el cabello oscuro, la nariz arqueada, los ojos alargados, con una sonrisa enigmática o una mirada melancólica, vestidos con mucha ropa para soportar el frio o el sol.

Los indígenas o mestizos habitan los pueblos a casas de adobe. Parecen vivir de la nada, o casi, como sus antepasados. Discretos, callados, hablan poco. Un poco salvajes, ¿Qué temerán?

Los que viven de su artesanía esperan con dignidad que queramos comprarles algo. Los mas desfavorecidos solo cuentan con la piedad: Mendigos o a lo mejor limpiabotas, o vendedores de baratijas. No me siento muy cómodo con ellos. ¿Y recíprocamente, que opinan de los gringos? Su apatía, su resignación quizás solo son aparentes porque es difícil vivir en las gigantes montañas de una belleza salvaje.

Un recorrido de 500 kilómetros ofrece un buen ejemplo de su entorno: selvas subtropicales, quebradas de colores increíbles, con sus laderas erosionadas, erizadas de cactus, abras a mas de 4000 metros de altura donde sopla un viento helado, puna salpicada de vegetación rasa que pastan las vicuñas, y como gran final salares con aspecto lunar.

salina grande




País casi desértico, pero poblado, como lo demuestran de vez en cuando las aldeas humildes, sin embargo dotadas de una iglesia de muñecas recién pintada, y de unos lugares de vida social : escuela, albergue, tiendas de otros tiempos.

Si Tilcara, donde la mayoría de las calles quedan sin asfalto, parece un pueblo que vive gracias al turismo, al contrario, San Antonio de los Cobres da la impresión de una ciudad fantasma.

Mas sorprendente, lejos de toda aglomeración, un cementerio aislado, un grupo de casas de techo plano, coronadas por una celda solar proporcionada por el Gobierno. En estos cubos con pocas ventanillas viven campesinos dedicándose a la ganadería de burros, de vacas, de caballos, de llamas que deambulan. El agua es escasa, pero existe ya que permite esta vida agropecuaria asombrosa.

La calma y el silencio son un poco opresivos. Pero volvemos a Salta por la Ruta 40 que, por tramos, solo es una pista de pequeñas rocas que prácticamente se confunde con el cauce del Rio Toro. Y cuando surgen las afueras de la ciudad, volvemos a ver los carteles y los cables eléctricos desordenados, y lamentamos dejar detrás de nosotros las inmensas extensiones que vigilan los cóndores.

jueves, 16 de febrero de 2023

UN DOMINGO EN EL CAMPO

 Pampa argentina, noviembre de 2014


 

A sesenta kilómetros de la capital federal, incursión en la Argentina profunda.

Juan Manuel y Ximena nos invitaron a pasar un domingo con ellos en el campo.

A las siete y media de la mañana, Ariel viene a recogernos a nuestro hotel. Su sentido del orgullo nacional, de hospitalidad y de amistad hacen que nos cuide para que nos sintamos siempre cómodos, es decir bien y en seguridad. Lo hace perfectamente.

Vamos a tomar un autobús en la estación Once. No muy nuevo, no muy limpio. Viajamos con representantes de la clase media y de la clase baja, mezclados. Poco a poco dejamos la metrópolis para entrar lentamente en el campo. La parada indicada como punto de encuentro está junto a la autopista, en un área de descanso donde se hallan una estación de servicio y un Mc Donald’s. El aire de un decorado de película estadounidense como en Bagdad Café.

Estoy observando las actividades del lugar: Vendedores de asientos de jardín, de toallas de playa, de juguetes hinchables han instalado su negocio en el borde de la rotonda. Le consulto a Ariel quien me explica: es para los de la ciudad que vienen como nosotros pasar el día en el campo. En cuanto a la legalidad: “Es prohibido, pero…”

Unos autos, algunos en un estado asombroso de deterioro, vienen abastecerse en gasolina. Un Renault 12 (¡modelo francés de los años 70!) tiene una rueda delantera inclinada como los carros de la Conquista del Oeste. Funciona a baja velocidad escupiendo un humo opaco.

Juan Manuel viene a buscarnos con su Fiat nuevo. Primero vamos a ver la zona de acampada donde Ariel venia cuando era niño pasar los domingos con sus padres. Hoy abandonada, parece un terreno baldío. Pero se ha convertido en parque infantil, con zona de picnic y rincón para pescar. Lo que explica el comercio de artículos de playa.

Luego atravesamos el pueblo de Rio Lujan Campana. La mayoría de las construcciones parece hecha con medios locales: unas paredes enlucidas, otras de ladrillo. Ninguna parece completamente terminada. No mas que las calles (con o sin asfalto, con o sin veredas.) Muchas tiendas como antes se encontraban en Francia. Y por todos lados: restos de autos, cables eléctricos en desorden, una impresión de “ni hecho, ni sin hacer.”

Llegamos a lo de Juan Manuel en un barrio del pueblo. Nos encontramos con su esposa Ximena y conocemos a su hija, la pequeña Oli (Olivia) nacida poco tiempo después de nuestra primera visita. Son contentos de mostrarnos su casa. Juan Manuel explica: “Un bungalow como en los Estados Unidos” pero pintado en azul nacional.

Luego nos amontonamos los seis en el Fiat. Un poco apretados (es prohibido, pero…) Se trata de participar en una fiesta rural en una estancia que acoge a turistas los fines de semana.

En efecto, al mismo tiempo que nosotros, llegan familias, grupos, y un autobús lleno de miembros de un club de la tercera edad. El programa comprende: bienvenida con un desayuno, visita de las instalaciones, paseo a caballo, folclore gauchesco, cantos y bailes durante el almuerzo que consiste en un asado gigante.

El asado argentino es una verdadera institución. Debajo de un quiosco cubierto de chapa cuecen lentamente el surtido de carnes que serán compartidas: morcilla, salchicha, pollo, bife…A veces se añade queso (provoleta) que se derrite en cazuelas. Es la piedra de tropiezo de la reunión. Aquí sobre el tema de un domingo en el campo para gente en busca de verde y espacio, pero con un suplemento de alma argentina que va hacer surgir emoción. De hecho, la jornada va traer unos momentos conmovedores.

Pretendo cuidar la parilla



Primera sorpresa: Antes de sentarse a la mesa, el dueño, ex combatiente de las Malvinas, organiza una ceremonia de saludo a la bandera. Desfile, discurso, aclamaciones, canto: “El himno a la bandera”. Nada de fanático, pero un orgullo patriótico que se manifiesta con gusto en este homenaje. Una hermandad nacional real que no resulta encontrar mucho en Francia, a pesar de ser parte del lema nacional.

Luego la comida se sirve en mesas largas: empanadas, morcillas, salchichas, carne muy rica colocadas sobre pequeñas parillas portátiles para cuatro. Cantidades enormes, con un poco de lechuga como caución dietética y un helado como postre. Gaseosas, y por una vez vino tinto.



Vamos a digerir en el césped donde nos ponemos cómodos en sillones de jardín, alrededor de una pequeña mesa. Como por magia aparece la termo de agua caliente. Ximena prepara el maté que circulara de mano en mano. Las ideas también se intercambian. Estamos bien, descansamos, disfrutamos de la amistad compartida. Un momento de tiempo suspendido en una burbuja de espacio. Unos de nuestros comensales siguen divirtiéndose bajo la carpa. Músicas, palabras nos llegan ensordecidas. Pero somos sacados de nuestro medio sueño por el sorteo de la lotería, el servicio de la merienda.


"Vamos a digerir con un mate"


Como la tarde se extiende, tenemos derecho a una segunda sorpresa, esta vez propuesta por la dueña. Nos invita a agruparnos cerca de la entrada de la estancia donde se erige una capilla dedicada a San Expedito. Frente a un publico atento y recogido, improvisa un discurso hagiográfico y termine con un Ave María dedicado a todos los que están aquí, sus familias, sus seres queridos, sin olvidar “nuestra patria querida.” Decididamente…

Decididamente esta nación de inmigrantes tiene dificultades para situarse en la mundialización. Para mí, la geografía y la historia son las razones principales para explicar esta sensación de aislamiento y complejo de inferioridad. Ariel me dice: “Somos el culo del mundo.”

Así que el pueblo se reúne en torno a temas federativos: el asado, la religión católica, y el fútbol. Unidos por las cintas albicelestes de la bandera.

Para terminar el día, Ximena nos ha dado una ultima sorpresa. Voluntaria en una asociación humanitaria, está en contacto con una pareja de agricultores que acoja en su explotación exconvictos recién liberados. Quiere que los conozcamos.

Al final de una pista, un corral sombreado. Dos casas de tipo prefabricado: una para los dueños, una para los residentes. Ya no realmente terminadas: ¡Si estamos en Argentina! Una piscina incongruente en proceso de llenado (se acerca el verano) en la que juegan los niños.

Un revoltijo de herramientas, de todo y de nada… Un gallinero abarrotado, una granja donde viven un centenar de “chanchos”, cerdas con sus lechones, una huerta… Damos la vuelta a las instalaciones con los dueños que nos explican como trabajan. Anacronismos.

A la ultima hora de la tarde, volver al siglo XXI recogiendo el autobús para la capital. Despedirse de la familia Gonzalez, luego de Ariel que nos acompaña hasta nuestro hotel, con su atención habitual.

No pensar demasiado que es un adiós a largo plazo para evitar caer en la emoción que nace tan fácilmente en este país del fin del mundo.

Entrar solos en el hotel, la cabeza llena de recuerdos frescos que el tiempo transformara en comida congelada. Alguna vez, sacarlos y meterlos en el microondas para probarlos de nuevo.

 

 


domingo, 5 de febrero de 2023

Encuentro con un sobreviviente (noviembre de 2014)

Cita en el café Tortoni

Mi amigo Pedro y yo no nos hemos visto en tres años a pesar de varios proyectos de encuentros en Europa. Fallidos pero sustituidos por intercambios de noticias electrónicas u otras.

Me dio una cita en el café más famoso de Buenos Aires, Tortoni. Pero hay demasiada gente, vamos al bar Goya, un poco más allá en la avenida.



De blogger, Pedro se convirtió en autor. Hablamos de su libro recién publicado, y otras cosas. El tiempo vuela porque es corto. Pedro, siempre muy ocupado, debe participar en un programa de radio a las siete. Vamos juntos caminando a una librería donde compra un ejemplar de su propio libro, porque tiene que llevar uno al estudio y se olvido del suyo en casa.

En la vereda, un abrazo y un proyecto: En junio próximo, quizás tenga que venir a España para visitar a sus hijos que viven allí. ¿Y si nos reuniéramos en el País Vasco?


Carta a Pedro

Después de leer el libro escrito y publicado por Pedro Algorta, le envío este comentario.

Pedro

He leído “Las montañas siguen allí.” No había entendido bien el título, pero me lo explicaste.

Desde la época geológica, las montañas siguen inmóviles. Pero nosotros podemos caminar para rodearlas, cruzarlas, treparlas, de una manera u otra. La analogía es evidente y se puede fácilmente bordar sobre el tema: Si un amigo, presente físicamente o virtualmente, nos acompaña, el camino es más fácil, más agradable.

Tu libro me atrapo. Pero no me sorprendió porque te encontré como te conozco: Determinado y activo. Sincero, a veces hasta ser abrupto. Observando y analizando con la necesaria perspectiva para comprender y explicar. (cf. p 174: Los que me conocen saben que esa toma de distancia ha sido parte constante en mi vida.)

Lo que no impide la emoción contenida de reflejarse entre las líneas.

Pedro firmando su dedicatoria

 

" Para mis queridos Armand y Cristine, en homenaje a nuestra amistad y en agradecimiento por tanto apoyo y acompañamiento.

Un abrazo grande."







UNOS DIAS EN URUGUAY

  Unos días en Uruguay   Ir a Uruguay es un poco como volver al pasado. En este pequeño país cuya decoración a menudo anticuada evoca ma...